
El solsticio de invierno, en términos
estrictamente astronómicos, es el momento en que el sol se encuentra
a la mayor distancia angular negativa con respecto al ecuador
celeste. Es el momento en el que La Tierra recibe con menor profusión
y fuerza los rayos del astro, lo que se traduce en el menor
porcentaje de luz y calor solar de todo el año. A partir de este
momento el movimiento de La Tierra alrededor del Sol hace que se vaya
recuperando poco a poco el porcentaje de rayos solares que nos
llegan, alargándose el día y acortándose la noche. La nuestra,
como religión con origen en la Naturaleza, celebra precisamente este
momento como aquél en el que nuestro Dios Solar más importante,
BAL, nace o renace de su letargo para comenzar a crecer, para dar luz
y calor a nuestra vida, a la Naturaleza en sí misma. Es el momento
en que nuestro Señor BAL retoma su camino ascendente que no dejará
hasta el solsticio de verano.

Egipcios, persas, fenicios, romanos,
caldeos, cananeos, sirios, griegos, íberos, hindues o aztecas,
cualquiera de las antiguas civilizaciones desarrolladas hemos
celebrado en este solsticio el “parto de la Reina de los Cielos”
y nacimiento del joven Dios Sol. En todo mito solar existe la figura
de este joven dios que cada año muere y resucita, encarnando en sí
el principio rector de la Rueda de la Vida de
Nacimiento-Muerte-Resurrección. El Sol, como representación astral
y real de la divinidad y arquetipo de lo masculino y fecundador,
contraparte y necesario de lo femenino y fecundo, ha sido y es
adorado alrededor del mundo bajo multitud de teónimos y con
atributos que divergen en función de la cultura que los relaciona,
pero siempre bajo un mismo prisma espiritual en lo más básico. Es
muy larga la lista de dioses solares cuyo nacimiento se fija durante
el solsticio hiemal, tras un periodo de tres días de muerte o no
existencia. En todo caso, este conglomerado de antiguas religiones,
incluso algunas más modernas y nuevas como el cristianismo, con este
importante punto en común, nos viene a reafirmar en nuestras
convicciones más profundas.
Así pues, celebremos este solsticio
con alegría, en familia, pues es el Advenimiento de nuestro Señor
BAL, Señor del Sol, fuerza fecundadora que muere y nace de la Gran
Madre cada año, Padre
de todos los Dioses y protector de animales y bosques, guía y juez de los fallecidos. Hagamos este día una hoguera y oficiemos el ritual de agradecimiento que corresponde a tan alta deidad. Compartamos y avivemos la fuerza de BAL con nuestros fuegos y celebremos su nacimiento con un banquete en su honor. Es la època de los grandes pactos con los poderes de la Naturaleza y sus criaturas, también de pactos entre nosotros y con nosotros, con nuestros Lares antepasados y su memoria, época de esperanza en un nuevo ciclo que comienza.
de todos los Dioses y protector de animales y bosques, guía y juez de los fallecidos. Hagamos este día una hoguera y oficiemos el ritual de agradecimiento que corresponde a tan alta deidad. Compartamos y avivemos la fuerza de BAL con nuestros fuegos y celebremos su nacimiento con un banquete en su honor. Es la època de los grandes pactos con los poderes de la Naturaleza y sus criaturas, también de pactos entre nosotros y con nosotros, con nuestros Lares antepasados y su memoria, época de esperanza en un nuevo ciclo que comienza.
Que BAL ilumine vuestros pasos, os
proporcione calor en vuestros corazones y que su resurrección os
inspire grandes hazañas para el año que entra.
KUN A-BAL