martes, 26 de enero de 2016

IUMS: La Rueda de la Vida



      La Rueda de la Vida es un concepto religioso/cosmogónico antiquísimo. Verdaderamente, las religiones en su mayor parte tienen desarrollado el concepto de una u otra manera. Se trata del ciclo Nacimiento-Vida-Muerte-Regreso.

      Nótese que hemos escrito Regreso, y no otra palabra. Esto es bastante importante dado que dependiendo del desarrollo de la religión en cuestión, este regreso será una reencarnación (por ejemplo en la tradición hindú) o una resurrección (por ejemplo en las tradiciones cristianas). La resurrección es la vuelta a la vida de alguien que ha muerto, y la reencarnación es el regreso del espíritu o alma de alguien que ha muerto, pero ocupando el cuerpo de otro ser vivo. Para explicar lo que es la Rueda de la Vida en la religión Íbera del s.XXI, baste con utilizar la palabra Regreso.

      Así pues, cuando hablamos de nuestro concepto IUMS (o IUS) estamos hablando de los
lauburu, símbolo del IUMS
ciclos naturales que los Dioses han dispuesto para que todo funcione. Todo el Universo se mantiene en equilibrio, las interrelaciones entre organismos vivos, fenómenos atmosféricos, planetarios o actividad humana están ya más que probados por los científicos. Todo este equilibrio universal está compuesto por ciclos más pequeños, diferentes muchas veces entre sí, e incluso difíciles de observar por nosotros, pero siempre existen y son posibles de interpretar o por lo menos intuir si nuestra consciencia está preparada para ello.

      Cuando hablamos de ciclos de la vida, lo primero que nos viene a la mente seguramente es el de Vida-Muerte. Puede que sea el concepto de ciclicidad más tenido en cuenta por los seres humanos desde antiguo. Todos somos conscientes de que nacemos y morimos y después otras personas nacen. Esta es, al menos en esencia, la Rueda de la Vida aplicada a la humanidad.

      Seguro que todos o casi todos hemos oido hablar del ciclo del agua. Es aquello que nos explicaban en el colegio de que el agua del mar se evaporaba, ascendía hasta formar nubes que arrastraba el viento sobre la tierra firme y que el frío convertía de nuevo en agua que caía en forma de lluvia, generando arroyos, después ríos y lagos para terminar de nuevo en el mar. Otro ejemplo sin duda familiar sobre lo que es un ciclo natural. En las últimas décadas también hemos oido hablar sobre el ciclo de la materia orgánica, por el cual todo organismo vivo se nutre y desarolla para después morir y pasar a formar parte del suelo, y cómo las plantas absorben la materia, la procesan, son comidas por los hervíboros, estos por los carnívoros, etc. Las leyes de conservación de la materia y de la energía son otros ejemplos de esto. A cualquier nivel, a cualquier escala, casi de manera fractal, se repiten procesos cíclicos de vida-muerte-regreso. Es la forma de equilibrar el universo que los Dioses establecieron. Y no solo existen estos ciclos, si no que además existe otro nivel de ciclicidad e interconexión que enlaza unos con otros. Tal es la complejidad de nuestro sencillo mundo.

      En nuestra religión este concepto es muy tenido en cuenta. Sabemos que formamos parte de ese todo enlazado y que no somos imprescindibles para su desarrollo. El gran ciclo siempre continúa. Nuestra visión cíclica de la existencia nos hace ser conscientes de que siempre estamos pasando por la vida, esta no se detiene por mucho que nuestras miserias y nuestros problemas parezcan insalvables. De ahí que queramos ser conscientes de todos y cada uno de los momentos de nuestras vidas, sabiendo que también son cíclicos, y celebrando estos ciclos pues son lo que llamamos Leyes Divinas.

      Aprovechamos los ciclos más evidentes de nuestro entorno, las estaciones del año, para celebrar la Rueda de la Vida, para celebrar que todo fluye hacia un contínuo del que formamos parte.

   Así pues, las celebraciones de equinoccios y solsticios son muy importantes para nosotros. Son la prueba inequívoca de que las Leyes Divinas continúan, de que todo fluye. En nuestro calendario litúrgico, no solo en el de los sacerdotes y sacerdotisas, si no también en el de cualquier creyente, estas celebraciones ocupan un lugar especial. Se trata de ceremonias de tipo solar que solemos celebrar en compañía, agradeciendo a los Dioses lo que se nos ofrece en cada temporada. Estos rituales suelen estar dedicados en honor a Bal, El Señor, Consorte de la Gran Madre Ga. El simbolismo de cada una de estas festividades ya será tratado en artículos específicos de este blog.
  

      Pero en nuestro concepto de IUMS no solo entran los solsticios y equinoccios. Hay otro ciclo de muchísima importancia al que prestamos también mucha devoción. Las lunaciones. El transcurrir de la Luna a través de los cielos en compañía de nuestro planeta
también alberga en sí mismo un ciclo que tiene múltiples afecciones sobre nosotros y nuestro mundo. A nadie se le escapa a estas alturas que la Luna influye desde las mareas hasta la menstruación femenina. Noctiluca, la Gran Diosa de la Luz nocturna, Señora del oscuro cielo estrellado, de la hechicería y de las encrucijadas, tiene un gran poder sobre sus hijos e hijas. Ella, en sus diferentes fases, nos proporciona momentos de profunda espiritualidad en los que contactar con nuestro yo más íntimo, nos muestra que en la oscuridad también se halla el camino y que vivir al ritmo de los ciclos naturales es volver al equilibrio.

      IUMS, la Eterna Rueda de la Vida, es en nuestro culto un concepto primordial, sin el cual no se puede lograr entender el significado de muchas cosas. Este ciclo de Nacimiento-Vida-Muerte-Regreso depende del equilibrio que los Dioses han dispuesto para su funcionamiento. Y no es un equilibrio perpétuo. Sabemos ya de manera fehaciente a través de la ciencia de que los grandes ciclos de la Naturaleza son a veces interrumpidos o interferidos por la actividad humana, la recuperación del equilibrio no es inmediata, a nuestros ojos, si no que pueden pasar siglos o milenios hasta que se recupera, hasta que un elemento adopta o abandona una función para que el conjunto vuelva a funcionar adecuadamente. El restablecimiento de ese equilibrio es seguro, lo que no es seguro es que nuestro mundo sea capaz de adaptarse a la nueva situación. Ya son muchas las organizaciones en todo el mundo que luchan por la no injerencia del ser humano en la naturaleza. El calentamiento global de nuestro planeta es un hecho, un efecto de un comportamiento erróneo de la humanidad. No cabe la menor duda de que las Leyes Divinas restablecerán el orden a largo plazo, pero sí deberíamos tener la duda de si tenemos sitio en el nuevo orden natural. Nuestra es la obligación de vivir conforme a las Leyes Naturales, conviviendo con el ritmo de sus ciclos y conscientes de nuestra pertenencia a un todo superior.

      Restablecer el equilibrio de los ciclos naturales es tarea de los Dioses, en pugna contínua para conseguirlo, nosotros los creyentes, debemos hacerles saber que también aportamos lo que podemos al IUMS-DIR, el Combate de la Rueda de la Vida.