Por encima de las creencias del ser
humano, tan alejadas a veces de lo fundamental, permanece la esencia
de lo estrictamente divino, de lo que acontece tanto si le damos fe
como si la rebatimos. La Gran Diosa Madre continúa con su ciclo, no
ajena a nuestros pesares, atenta a nuestras necesidades reales pese a
que la sociedad actual pretende separarnos cada vez más de ella y de
sus principios rectores. En el eterno equilibrio que los dioses
establecen para el mundo, lo que se conoce comúnmente como ciclos
naturales (Rueda de la Vida o IUMS para nosotros) depende enormemente
de una pugna constante entre los poderes que generan ese equilibrio.
Esa lucha eterna de los dioses por mantener el equilibrio que
sustenta la vida es el concepto al que nosotros denominamos IUMS DIR,
o El Combate de la Rueda de la Vida. IUMS es el eterno ciclo de
Nacimiento, Muerte y Resurrección que a todos afecta y que en estas
fechas llega a unos de sus puntos más importantes en cuanto a su
reflejo en las Leyes Naturales.
El solsticio de invierno, en términos
estrictamente astronómicos, es el momento en que el sol se encuentra
a la mayor distancia angular negativa con respecto al ecuador
celeste. Es el momento en el que La Tierra recibe con menor profusión
y fuerza los rayos del astro, lo que se traduce en el menor
porcentaje de luz y calor solar de todo el año. A partir de este
momento el movimiento de La Tierra alrededor del Sol hace que se vaya
recuperando poco a poco el porcentaje de rayos solares que nos
llegan, alargándose el día y acortándose la noche. La nuestra,
como religión con origen en la Naturaleza, celebra precisamente este
momento como aquél en el que nuestro Dios Solar más importante,
BAL, nace o renace de su letargo para comenzar a crecer, para dar luz
y calor a nuestra vida, a la Naturaleza en sí misma. Es el momento
en que nuestro Señor BAL retoma su camino ascendente que no dejará
hasta el solsticio de verano.
A lo largo de la historia de la
humanidad, las religiones paganas, precisamente por ese carácter
paganus, que significa “del campo”, hemos venido
celebrando el solsticio de invierno de muchas y muy diversas maneras,
pero manteniendo el mismo fervor espiritual que en nuestros orígenes,
encendiendo hogueras en honor a nuestros dioses-hijo que en este día
nacían del vientre de nuestras diosas-madre, bailando y alegrándonos
del nuevo año que ya viene y que gracias a los Dioses podremos vivir
con nuestras familias. Incluso en la mayor parte de nuestras
tradiciones paganas se mantiene en número de días de esta
festividad, hecho que no deja de ser importante por cuanto es reflejo
del fenómeno astronómico que lo origina. Durante este fenómeno el
Sol permanece tres días prácticamente inmóvil en su posición
cenital, para después retomar su camino ascendente en relación al
horizonte. Este hecho en sí mismo es el que determina la duración
de nuestras celebraciones litúrgicas, incluso en algunas religiones
ha sido explicado como parte de la mitología propia dotándole de un
significado propio.
Egipcios, persas, fenicios, romanos,
caldeos, cananeos, sirios, griegos, íberos, hindues o aztecas,
cualquiera de las antiguas civilizaciones desarrolladas hemos
celebrado en este solsticio el “parto de la Reina de los Cielos”
y nacimiento del joven Dios Sol. En todo mito solar existe la figura
de este joven dios que cada año muere y resucita, encarnando en sí
el principio rector de la Rueda de la Vida de
Nacimiento-Muerte-Resurrección. El Sol, como representación astral
y real de la divinidad y arquetipo de lo masculino y fecundador,
contraparte y necesario de lo femenino y fecundo, ha sido y es
adorado alrededor del mundo bajo multitud de teónimos y con
atributos que divergen en función de la cultura que los relaciona,
pero siempre bajo un mismo prisma espiritual en lo más básico. Es
muy larga la lista de dioses solares cuyo nacimiento se fija durante
el solsticio hiemal, tras un periodo de tres días de muerte o no
existencia. En todo caso, este conglomerado de antiguas religiones,
incluso algunas más modernas y nuevas como el cristianismo, con este
importante punto en común, nos viene a reafirmar en nuestras
convicciones más profundas.
Así pues, celebremos este solsticio
con alegría, en familia, pues es el Advenimiento de nuestro Señor
BAL, Señor del Sol, fuerza fecundadora que muere y nace de la Gran
Madre cada año, Padre
de todos los Dioses y protector de animales y bosques, guía y juez de los fallecidos. Hagamos este día una hoguera y oficiemos el ritual de agradecimiento que corresponde a tan alta deidad. Compartamos y avivemos la fuerza de BAL con nuestros fuegos y celebremos su nacimiento con un banquete en su honor. Es la època de los grandes pactos con los poderes de la Naturaleza y sus criaturas, también de pactos entre nosotros y con nosotros, con nuestros Lares antepasados y su memoria, época de esperanza en un nuevo ciclo que comienza.
de todos los Dioses y protector de animales y bosques, guía y juez de los fallecidos. Hagamos este día una hoguera y oficiemos el ritual de agradecimiento que corresponde a tan alta deidad. Compartamos y avivemos la fuerza de BAL con nuestros fuegos y celebremos su nacimiento con un banquete en su honor. Es la època de los grandes pactos con los poderes de la Naturaleza y sus criaturas, también de pactos entre nosotros y con nosotros, con nuestros Lares antepasados y su memoria, época de esperanza en un nuevo ciclo que comienza.
Que BAL ilumine vuestros pasos, os
proporcione calor en vuestros corazones y que su resurrección os
inspire grandes hazañas para el año que entra.
KUN A-BAL