La
Rueda de la Vida es un concepto religioso/cosmogónico antiquísimo.
Verdaderamente, las religiones en su mayor parte tienen desarrollado
el concepto de una u otra manera. Se trata del ciclo
Nacimiento-Vida-Muerte-Regreso.
Nótese
que hemos escrito Regreso, y no otra palabra. Esto es bastante
importante dado que dependiendo del desarrollo de la religión en
cuestión, este regreso será una reencarnación (por ejemplo en la
tradición hindú) o una resurrección (por ejemplo en las
tradiciones cristianas). La resurrección es la vuelta a la vida de
alguien que ha muerto, y la reencarnación es el regreso del espíritu
o alma de alguien que ha muerto, pero ocupando el cuerpo de otro ser
vivo. Para explicar lo que es la Rueda de la Vida en la religión
Íbera del s.XXI, baste con utilizar la palabra Regreso.
Así
pues, cuando hablamos de nuestro concepto IUMS (o IUS) estamos
hablando de los
ciclos naturales que los Dioses han dispuesto para
que todo funcione. Todo el Universo se mantiene en equilibrio, las
interrelaciones entre organismos vivos, fenómenos atmosféricos,
planetarios o actividad humana están ya más que probados por los
científicos. Todo este equilibrio universal está compuesto por
ciclos más pequeños, diferentes muchas veces entre sí, e incluso
difíciles de observar por nosotros, pero siempre existen y son
posibles de interpretar o por lo menos intuir si nuestra consciencia
está preparada para ello.
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lauburu, símbolo del IUMS |
Cuando
hablamos de ciclos de la vida, lo primero que nos viene a la mente
seguramente es el de Vida-Muerte. Puede que sea el concepto de
ciclicidad más tenido en cuenta por los seres humanos desde antiguo.
Todos somos conscientes de que nacemos y morimos y después otras
personas nacen. Esta es, al menos en esencia, la Rueda de la Vida
aplicada a la humanidad.
Seguro
que todos o casi todos hemos oido hablar del ciclo del agua. Es
aquello que nos explicaban en el colegio de que el agua del mar se
evaporaba, ascendía hasta formar nubes que arrastraba el viento
sobre la tierra firme y que el frío convertía de nuevo en agua que
caía en forma de lluvia, generando arroyos, después ríos y lagos
para terminar de nuevo en el mar. Otro ejemplo sin duda familiar
sobre lo que es un ciclo natural. En las últimas décadas también
hemos oido hablar sobre el ciclo de la materia orgánica, por el cual
todo organismo vivo se nutre y desarolla para después morir y pasar
a formar parte del suelo, y cómo las plantas absorben la materia, la
procesan, son comidas por los hervíboros, estos por los carnívoros,
etc. Las leyes de conservación de la materia y de la energía son
otros ejemplos de esto. A cualquier nivel, a cualquier escala, casi
de manera fractal, se repiten procesos cíclicos de
vida-muerte-regreso. Es la forma de equilibrar el universo que los
Dioses establecieron. Y no solo existen estos ciclos, si no que
además existe otro nivel de ciclicidad e interconexión que enlaza
unos con otros. Tal es la complejidad de nuestro sencillo mundo.
En
nuestra religión este concepto es muy tenido en cuenta. Sabemos que
formamos parte de ese todo enlazado y que no somos imprescindibles
para su desarrollo. El gran ciclo siempre continúa. Nuestra visión
cíclica de la existencia nos hace ser conscientes de que siempre
estamos pasando por la vida, esta no se detiene por mucho que
nuestras miserias y nuestros problemas parezcan insalvables. De ahí
que queramos ser conscientes de todos y cada uno de los momentos de
nuestras vidas, sabiendo que también son cíclicos, y celebrando
estos ciclos pues son lo que llamamos Leyes Divinas.
Aprovechamos
los ciclos más evidentes de nuestro entorno, las estaciones del año,
para celebrar la Rueda de la Vida, para celebrar que todo fluye hacia
un contínuo del que formamos parte.

Pero
en nuestro concepto de IUMS no solo entran los solsticios y
equinoccios. Hay otro ciclo de muchísima importancia al que
prestamos también mucha devoción. Las lunaciones. El transcurrir de
la Luna a través de los cielos en compañía de nuestro planeta
también alberga en sí mismo un ciclo que tiene múltiples
afecciones sobre nosotros y nuestro mundo. A nadie se le escapa a
estas alturas que la Luna influye desde las mareas hasta la
menstruación femenina. Noctiluca, la Gran Diosa de la Luz nocturna,
Señora del oscuro cielo estrellado, de la hechicería y de las
encrucijadas, tiene un gran poder sobre sus hijos e hijas. Ella, en
sus diferentes fases, nos proporciona momentos de profunda
espiritualidad en los que contactar con nuestro yo más íntimo, nos
muestra que en la oscuridad también se halla el camino y que vivir
al ritmo de los ciclos naturales es volver al equilibrio.
IUMS,
la Eterna Rueda de la Vida, es en nuestro culto un concepto
primordial, sin el cual no se puede lograr entender el significado de
muchas cosas. Este ciclo de Nacimiento-Vida-Muerte-Regreso depende
del equilibrio que los Dioses han dispuesto para su funcionamiento. Y
no es un equilibrio perpétuo. Sabemos ya de manera fehaciente a
través de la ciencia de que los grandes ciclos de la Naturaleza son
a veces interrumpidos o interferidos por la actividad humana, la
recuperación del equilibrio no es inmediata, a nuestros ojos, si no
que pueden pasar siglos o milenios hasta que se recupera, hasta que
un elemento adopta o abandona una función para que el conjunto
vuelva a funcionar adecuadamente. El restablecimiento de ese
equilibrio es seguro, lo que no es seguro es que nuestro mundo sea
capaz de adaptarse a la nueva situación. Ya son muchas las
organizaciones en todo el mundo que luchan por la no injerencia del
ser humano en la naturaleza. El calentamiento global de nuestro
planeta es un hecho, un efecto de un comportamiento erróneo de la
humanidad. No cabe la menor duda de que las Leyes Divinas
restablecerán el orden a largo plazo, pero sí deberíamos tener la
duda de si tenemos sitio en el nuevo orden natural. Nuestra es la
obligación de vivir conforme a las Leyes Naturales, conviviendo con
el ritmo de sus ciclos y conscientes de nuestra pertenencia a un todo
superior.